Fue accidentalmente que di con el libro de El loco de Gibran Khalil Gibran (Líbano 1883 - New York 1931) en una de las pocas librerías de la Laguna. En una de esas nice, donde la mayoría son best-sellers y biografías. A continuación transcribo cuatro de mis textos favoritos de este libro.
El nuevo placer
Anoche inventé un nuevo placer, y cuando lo estaba experimentado por primera vez, un ángel y un demonio llegaron corriendo a mi casa.
Se encontraron en mi puerta y se pusieron a reñir acerca de mi recién inventado placer.
El uno gritaba:
—¡Es un pecado!
Y el otro protestaba:
—¡Es una virtud!
***
Las sonámbulas
En la ciudad donde nací vivían una mujer y su hija. Las dos eran sonámbulas.
Una noche, mientras el silencio envolvía al mundo, la mujer y la hija, caminando dormidas, se encontraron en su jardín, velado por la niebla.
Habló la madre, y dijo:
—¡Al fin, al fin, mi enemiga! Aquella por quien fue destruida mi juventud, aquella que edificó su vida sobre las ruinas de la mía. ¡Ojalá pudiera matarla!
Habló la hija y dijo:
—¡Oh, mujer odiosa, vieja y egoísta, que se antepone ante mi libertad y yo! ¡Que quisiera transformar mi vida en un eco de su vida ya marchita! ¡Ojalá estuviera muerta!
En ese instante cantó un gallo, y ambas mujeres despertaron.
La madre preguntó:
—¿Eres tú, querida?
Y la hija respondió afectuosamente:
—Sí, madre.
***
Sobre las gradas del Templo
Ayer por la tarde sobre las gradas de mármol del Templo, vi a una mujer sentada entre dos hombres. Una de sus mejillas estaba pálida, y la otra, sonrojada.
***
Los dos sabios
En la antigua ciudad de Afkar vivían dos sabios. Cada uno odiaba y despreciaba la sabiduría del otro, porque uno de ellos negaba la existencia de los dioses, y el otro era creyente.
Los dos se encontraron un día en la plaza pública en medio de sus discípulos, y comenzaron a disputar y argumentar sobre la existencia o inexistencia de los dioses. Después de horas y más horas de discusión, se separaron.
Aquella noche, el incrédulo fue al templo y se postró ante el altar para implorar perdón a los dioses por sus errores pasados.
Y a la misma hora, el otro sabio, el defensor de los dioses, quemó sus libros sagrados porque había abrazado el ateísmo.
lunes, 29 de agosto de 2011
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