The Birth of
the poet
Querida mamá,
tus vísceras apestan. Odio tu pelo. Debes ser árabe
porque tienes una nariz enorme. Los árabes no tienen inteligencia. No entiendes
mi personalidad porque no tengo una personalidad: soy un taimado solapado
artero inútil anónimo casi gusano y tú has estado buscando a un asesino real.
Quieres que tu hijo sea alguien: que crezca y le saque las tripas a la gente
por dinero o mande a la gente pobre a la cárcel por dinero o que le diga a toda
la gente que escuche lo que es la realidad. Simplemente soy como todos.
Es una agonía estar oliendo tu
carne cuando estás conmigo porque no me amas. Somos tan distintos, que
deberíamos odiarnos uno al otro; aparte, eres tan ambiciosa de poder como todos
los árabes. Somos tan diferentes mamá, aunque tengamos sexo; el universo debió
haber estado enfermo cuando nos hizo. El universo debió haber estado totalmente
enfermo. Los dos, la misma sangre.
Tendremos que matarnos uno al otro
porque no hay otra salida a esta relación.
Me estoy partiendo la cabeza contra
la pared de mi sala. Cualquier dolor ayuda a suavizar las agujas de hielo seco
que rodean y apuñalan mi ojo derecho hinchando la suave carnosidad alrededor de
mi apéndice apretando mis músculos sexuales en pequeños alfileres de acero que
tu presencia me causa.
Creo que eres una buena persona y
no le dispararía a nadie más. Solamente te disparé a ti porque todo el mundo te
odia. Hago lo que otras personas desean que haga. Es esta la agonía. Ya no
puedo ser real. No puedo ser –mucho menos quien– ni siquiera lo que yo deseo.
Estoy totalmente desprovisto de poder. ¿Qué sabes de la agonía? Tuve que
dispararte. Todo mundo sabe todo acerca de la agonía total y el mundo entero
está retorciéndose.
¿Debemos de tener sexo, mamá,
aunque estés muerta?
Tu hijo,
Ali
Warnock Hinkley, Jr
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[Acker,
Kathy]
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