La partida
por Alberto Chimal
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—Una madre vio morir a su pequeño hijo en aquel temblor espantoso, el que destruyó la ciudad de Appa, pero no pudo resignarse a su muerte y rogó a los dioses que se lo devolvieran. Los dioses, compadecidos, no dejaron que el alma del pequeño entrase en el otro mundo y la devolvieron a su cuerpo. Pero ya saben cómo son los dioses: el cuerpo no dejó de estar muerto, no se aliviaron sus múltiples heridas, así que el corazón de la madre pasó de la dicha de tener a su hijo, de no haberlo perdido, al horror de ver sufrir a la pobre criatura, prisionera de su carne lastimada. Y luego vino el asco, sí, el asco, porque el niño comenzó a pudrirse, y los gusanos lo devoraban, y gritaba llamando a la muerte pero, como he dicho, ya estaba muerto.
La madre, enloquecida, lo apuñaló una vez, dos, tres, muchas; luego lo apedreó, lo envenenó, lo estranguló… pero el niño sólo gritaba, sólo sufría. Al fin ella lo tomó entre sus brazos, piel rasgada, huesos rotos, sangre negra, y lo arrojó a las llamas de una hoguera.
Y el desdichado ardió, y fue humo y ceniza, y el viento lo dispersó y lo confundió con el aire, y entonces la madre se consoló bien o mal. Pero no debió hacerlo porque en esos restos impalpables estaba aún el alma doliente, y esa alma sigue hoy en el mundo, dispersa pero viva, como lo sabe todo aquel que respira, que abre la boca y siente de pronto la tristeza.
Cuento extraído de La ciudad imaginada y otras historias.
"Sé un buen muerto,
ResponderEliminarcuando te toque el momento
quédate quieto
para ése momento
habrás perdido el miedo
a lo eterno
Pero antes, dime ¿qué hacer?
cómo te cubro de flores
muertas también
cómo saber si ése traje azul
va con tu sueño
Pongo tierra de por medio
para que no regreses
No vaya ser que me platiques
qué hay más allá
y le quites el misterio
Te dejo ir
y guardo distancia
no vaya ser que explotes
en tu universo
y nos salpiques de muerte fresca
Mejor quédate ahí como estás
y no me hables ni me hagas señas
sólo sé un buen muerto
y vete ya"
de Paulo Gaytán