domingo, 11 de abril de 2010

Nereida

Me han contado que hace un mes murió Nereida. Me contaron que ella era una compradora compulsiva de libros. Que compraba y compraba libros. A diestra y siniestra. A lo pendejo. Que vivía sola. Que era una morena simpática. Que trabaja de secretaria en una compañía de no sé qué. Que era joven. Y que lucía rarilla. Me dieron a entender que era un poco freak. Me dijeron que con el dinero que ganaba se alimentaba, se vestía, pagaba la renta, y con el resto, se iba a las librerías. Me dijeron que nunca compraba libros usados, sólo nuevos.
________Hasta me contaron que una vez, ya instalada aquí en Torreón, la Nereida fue a curiosear al local de un tal don Arturo. Que don Arturo compraba y vendía libros usados. Y que su local estaba bien grande, pero muy descuidado. Que aunque no todo el material que vendía era viejo, al menos todo olía así: a libro viejo. Y que el día que Nereida visitó el local, el baño estaba descompuesto. Y toda la parte trasera del local apestaba a meados secos. Que según esto el olor se había impregnado hasta en los libros. Y que a Nereida eso le dio mucho asco en la moral y en el estómago. Y que se había salido corriendo, sin agradecer, sin despedirse, indignada por el trato que le daban allí a los libros. Dicen que Nereida hasta había jurado jamás regresar por esos rumbos.
________Según esto, Nereida compraba puros libros nuevos y de cualquier tipo: de computación, de cuentos, poemarios, diccionarios, de historia, economía, fotografía, filosofía, psicología, biología, biografías, de política, medicina, esoterismo, dramaturgia, deportes, cocina, novelas de amor, de terror, de pasión, de ficción. Total, compraba libros de toda clase, sin importarle si eran buenos o no, si eran caros o no. Ella compraba democráticamente. Ah, salvo de una cosa. Que nunca llegó a comprar libros que trataran de religión. Nunca. Que de esa temática en especial, los evitaba. Y que Nereida era rara porque nunca leía sus libros. Sólo los compraba y almacenaba emocionadamente en su cuartucho. Me dijeron que ella cuidaba sus libros demasiado. Que eran una especie de hiperfetiche para ella. Que los tenía todos en el piso sobre un tapete de no recuerdo qué. Y que los acomodaba por tamaños. Que a veces los paraba: del más grande al más pequeño. O los acostaba: abajo los grandes y gruesos, y encima los pequeños. O que a veces los acomodaba por el color del lomo. Y que cuando terminaba los cambiaba de lugar. Y que después los volvía a poner como estaban antes de cambiarlos. Que a veces hasta ni comía por estar con sus libros.
________Me contaron que ella no era de aquí. Que venía del sur. Pero que por su trabajo se tuvo que mudar hasta acá: al norte. Y que llegó con una maleta roja y de mano. Quién sabe, quizás sólo con algún cambio de ropa adentro, y algunos artículos y documentos personales. Todo eso adentro de la misma maleta roja. Y que detrás de ella, en un diablito como los que usan en el departamento de frutas y verduras en las Sorianas, un montón de cajas acomodadas unas sobre otras. Y que estaban repletas de libros. Unos me dijeron que como tenía muchos libros, y no quería deshacerse de ellos, de ninguno, que para traérselos todos con ella, comenzó a arrancarles hojas a cada uno de sus libros. Ya saben, para hacerlos más delgados. Así el envío saldría más barato. Que así había liberado buena parte del peso neto del envío. Pero otros me dijeron que eso era una tontería. Que ella, con lo tanto que amaba a sus libros, que no se atrevería a arrancarles ni una sola hoja. Que hubiera sido como si en vez de libros, hubiera tenido muchos gatos, y para quitarles peso les hubiera arrancado las patitas. Yo creo en la segunda postura: que no les arrancó nada.
________Dicen que una vez pasó no sé quién por afuera del cuarto de Nereida. Que ya era muy noche. Y que al tipo éste le dio curiosidad al escuchar un sonidito raro, y que cuando se asomó por la ventanilla, que la Nereida estaba tirada sobre la cama. Desnuda. Con los ojos cerrados. Y que tenía las piernas abiertas. Y que se frotaba en la entrepierna con el lomo de un libro grueso. Algunos aseguran que no es cierto. Que porque ella quería los libros como si fueran sus propios hijos. Pero los otros alegan que el incesto ha existido desde los tiempos de la Biblia.
________Me contaron que el cuarto en el que alojaba a sus libros, y que ella usaba para dormir, está en la colonia Las Torres. Que todavía se puede ir a ver. Pero que ya lo usa la dueña del cuarto para guardar herramienta de jardinería.
________Y me contaron que con la tromba que cayó en el ‘94, con la que medio Torreón quedó sumergido a más de metro y medio de agua, sus libros, que no sabían nadar, se ahogaron. Que como ella venía del sur, y allá si llueve con normalidad, fuerte y bonito, que allá la lluvia es constante por varias horas, y no tienen líos de inundaciones en las colonias, que por eso Nereida se había confiado. Y como era su primera lluvia en La Laguna, que no estaba enterada del numerito que pasamos acá. Dicen que cuando salió del trabajo, y miró luego luego la calle con el agua hasta la banqueta, que gritó desesperadamente. Y que comenzó a jalarse de los pelos de la cabeza. Y que aventó su bolsa a donde fuera. Y que enseguida se deshizo de las zapatillas. Y que empezó a correr hacia su “casa” por las calles, entre el agua sucia, esquivando a los pocos autos que no flaquearon ante la nueva lagunilla, en la cual se convertía la ciudad gota a gota. Algunos aseguran que bramaba dolorosamente. Otros sostienen que, en todo momento, iba sollozando. Y que arrastraba las siguientes palabras con acento tenebroso: “Aaaay mis liiiibros. Aaaay mis libritos, mis liiiibros…”. Como si presintiera que sus libros sufrían en ese preciso momento, así como una madre intuye, quién sabe cómo, cuando uno de sus hijos está en peligro. Dicen que cuando llegó a la primera calle de la colonia en la que vivía, en Las Torres, la escena se elevó al cuadrado. Y cómo no. Si en esa colonia, como está en pozo, con 40 minutos de buena lluvia el agua alcanza hasta los 30 centímetros. Imagínese cómo estaría en la tromba del ‘94. Dicen que se movía con mortal desesperación. Y que el agua almacenada, y negra, le frenaba los movimientos. Como si ésta conspirara en su contra. Que cuando llegó y vio el agua hasta la chingada, que se puso blanca blanca, siendo ella tan morena desde su nacimiento. Dicen que cuando abrió la puerta, dentro era la continuación de la alberca global que se vivía en medio Torreón. Y que con fuerza sobrehumana jaló el colchón, y la tarima, y no sé qué más, y que comenzó a construir un dique afuera de la puerta. Como si la vida de todos los habitantes de la ciudad dependieran de ello. Que con las manos, ella sola, empezó a sacar y a sacar el agua de su cuarto. Unos dicen que la tromba ya no estaba tan fuerte, y que si no hubiera sido por su propio llanto, que brotaba a cántaros cada que miraba hacia el interior del cuarto, donde yacían sus amados libros ahogados, que quizás sí hubiera terminado por vaciar el lugar, porque trabajaba como un feroz marinero que lucha por salvar el barco de su buen capitán.
________Dicen que después de eso ya no regresó a trabajar. Que no quería comer. Que se puso muy mal. Pero que al principio nadie se había dado cuenta por que se había encerrado en el cuartucho, y menos se enteraron que también en sí misma. Y además, todos andaban con sus propios líos, la tromba del ‘94 fue ¡La Tromba del ’94!, y a medio Torreón incomodó, y al otro medio chingó.
________Y que finalmente la señora que le rentaba el cuarto llamó a los de salud mental. Y que sí, sí llegaron, la revisaron, y se la llevaron. Que la señora que le rentaba el cuartito les explicó a los tipos de blanco que Nereida no tenía familiares. Y que trabajaba para cuidar y hacer crecer su colección de libros. Y que no tenía nada más en el mundo. Y así fue como Nereida terminó en el manicomio. Unos dicen que cuando se la llevaron parecía una de esas momias de Guanajuato, de esas que tienen la piel seca seca, amarilla y pegada a los huesos. Y dicen que la señora, dueña del cuarto, ese mismo día, comenzó a acarrear los libros al local de don Arturo. Ya saben, donde compraban libros usados. Dicen que don Arturo no le dio gran cosa a la señora, que por que él alegaba que estaban muy dañados: duros, amarillosos, deshojados, despastados. Y que la señora aceptó. Pero que conociendo a don Arturo, lo más seguro es que hizo güey a la señora. Y así fue como don Arturo se quedó con todos los hijos de Nereida.
________Me han contado que hace un mes murió Nereida. Que en el hospital ése para locos, el que está cerca del aeropuerto. Uno de color verde. Pero que nadie se había enterado en la colonia. Que apenas supieron la noticia la semana pasada. Y lo único que a mí me consta en todo esto, es que desde entonces no la hemos dejado descansar en paz.

1 comentario:

  1. Hola! recién leí tu cuento, lo tenía en mi GDrive, sólo decía "Nereida. Por Lacolz." yo soy bibliotecaria y no sé cómo llegó a mí, pero me gusto leerlo, fue un tiempo bien invertido :)

    ResponderEliminar