sábado, 8 de enero de 2011

Porque no sólo de letras vive el hombre VII

El 2010 aparte de dejarme enfermedades crónicas, me dejó obsesiones crónicas. Entre ellas esta canción y este video. El que le da cuerda al violín le tocó llamarse Jaime Chaparro y quien teclea el piano Rebeca Mata. Hasta donde sé son maestros de música en el D.F. y están interpretando una pieza maravillosa llamada Rondinella (que cada que escucho, me suelto tamborileando en el escritorio, meneando la cabeza, y aplaudiendo y marcando y desmarcando el ritmo) de un genio de la música (que no sé por qué no es más conocido) llamado Gori Cortés. Y yo di con este video gracias a una chica que desconocí en el Myspace, a quien le agradeceré siempre este detalle.


Disculpe, vengo a raptarle

.
[Toc toc toc.]
—Quién es?
—Es el nieto del Diablo.
—Qué quieres?
—Vengo a invitarle.
—A invitarme?
—A invitarle.
—A qué?
—A un rapto.
—Un rapto?
—Un rapto.
—Y eso, cómo?
—Un rapto es un rapto: me la robo.
—Me robas?
—La robo, pero voluntariamente.
—Voluntariamente?
—Voluntariamente.
—Y eso, cómo?
—Que es por voluntad propia.
—Obtuso.
—Obtuso?
—Sí, menso.
—Menso?
—Sí, menso, eso ya no es un rapto.
—Lo será.
—Lo será?
—Créame, lo será.
—Y cuándo?
—Cuando usted decida cuándo, dónde y a qué hora, siempre y cuando sea el próximo domingo o lunes o martes.
—Por qué los otros días no?
—Porque no, porque no puedo.
—Y eso, por qué?
—Porque los otros días no puedo, no estoy.
—No estás?
—No estoy, no soy.
—Qué tal el sábado?
—No puedo.
—Por qué el sábado no?
—Porque no, porque estudio.
—Estudias?
—Estudio.
—Qué estudias?
—Estudio el arte de la divinación.
—Adivinación?
—No, de la adivinación no.
—De la adivinación no?
—No, de la adivinación no, de la divinación.
—Y eso, cómo?
—Estudio el arte de la divinación por medio de un oráculo.
—De un oráculo?
—De un oráculo, con forma de cazuela.
—De cazuela?
—De cazuela, y adentro contiene una sopa.
—Una sopa?
—Sí, una sopa con todas las letras del universo.
—Todas?
—Todas, y flotan y se revuelcan y se unen y se separan.
—Y eso, cómo?
—Tienen vida y muerte propia.
—Loco.
—Loco?
—Sí, e ingenuo.
—Ingenuo?
—Sí.
—Y eso, por qué?
—Porque sí, loco por tus locuras.
—E ingenuo?
—Porque sí, si tú eres el nieto del Diablo, para qué estudias?
—Como que para qué?
—Los diablos no necesitan estudio.
—Quién le ha dicho semejante mentira?
[Silencio…]
—De seguro que fue uno de esos cretinos alados, con cuerpo atlético y rubio, no?
[Silencio…]
—Y para qué quieres raptarme?
—Como que para qué.
—Sí, para qué?
—Para conseguir un rescate.
—Un rescate?
—Un rescate.
—De cuánto?
—No se trata de dinero.
—Entonces?
—Se trata de usted y de mí.
—De ti y de mí?
—De nosotros.
—De nosotros?
—De nosotros.
—Y eso, por qué?
—Porque sí, porque nos necesitamos, porque yo la necesito, me es vital, yo la deseo, la anhelo, la extraño.
—Me extrañas?
—La extraño.
—Pero cómo, si nunca me has tenido.
—Siempre la he tenido, siempre me ha tenido.
—Te he tenido?
—Me ha tenido, soy suyo, le pertenezco.
—Me perteneces?
—Le pertenezco.
—Y por qué no se casa conmigo?
—Casarme?
—Casarse, sí, conmigo.
—No le entiendo.
—Ah, no me entiende?
—No le entiendo, qué es casarse?
—Casarse es matrimoniarse, vivir juntos.
—Yo no puedo.
—No puedes?
—No puedo.
—No quieres.
—No puedo.
—Y eso, por qué?
—Porque yo no vivo.
—No vives?
—No vivo.
—Loco.
[Silencio…]
—Cásate conmigo.
—No puedo.
—No puedes?
—No puedo.
—No quieres.
—No puedo.
—Y eso, por qué?
—No entiendo.
—No entiendes?
—No entiendo, eso para qué?
—Para que sí.
—Para que sí?
—Sí, para que sí.
—No entiendo, eso no es vital, eso no es necesidad, eso no es deseo, eso no es anhelo.
—Qué extraño.
—Qué cosa?
—Tú.
—Yo?
—Sí, tú.
—Y eso, por qué?
—Porque sí, porque dices incoherencias.
—Incoherencias?
—Sí, y peor aún, pareciera que te las crees.
—No las creo.
—No las creas?
—No las creo.
—Y tampoco las destruyes?
—No entiendo.
—No entiendes?
—No le entiendo.
—Zorro, entiendes lo que te conviene.
—No le entiendo.
—Olvídalo, es broma.
—Broma?
—Olvídalo.
[Silencio…]
—Y tú quieres raptarme?
—Quiero y necesito.
—Por qué?
—Porque sí, porque me he cansado de hacerlo sólo en sus sueños.
—Hacer qué?
—El rapto.
—Para qué?
—Para dormirme a su lado, después de cansarle, para susurrarle al oído.
—A mi oído?
—En su oído, susurrarle, en lenguas. Y para mordisquearle el cuello y sus dedos y sus piernas.
—Y los pechos?
—Y los pechos.
—Y los brazos?
—Y los brazos, pero sobre todo, para sacar a pasear a su lengua por todo el mío ser.
—Como en los sueños?
—Como en los sueños.
—Y después, qué?
—Después acariciarle con las puntas de mis garras sus labios, y después abrirlos y después besarlos y mordisquearlos.
—Y después, qué?
—Después besarle y acariciarle todo lo antes mordido.
—Todo?
—Todo, hasta cansarle y quedarme dormido a su lado.
—Y por qué yo?
—Porque sí, porque sólo a usted pertenezco.
—Y por qué has tardado?
—Porque sí, porque estaba ocupado.
—Ocupado, en qué?
—Andaba con otras, de otros.
—Descarado.
[Silencio…]
—Y por qué no raptas a otra, de otro?
—Porque no, porque no es igual.
—Y eso, por qué?
—Porque a las otras no les pertenezco.
[Silencio…]
—Y si no acepto, qué?
—Ha de aceptar.
—Y eso, por qué?
—Porque es de vital importancia para el universo que así sea.
—Si no, qué?
—Si no se desmorona.
—Se desmorona?
—Se desmorona.
—Y eso, cómo?
—Se deshace, el universo, como un terrón al estrellarse, como un puñado de arena, se va, se derrite, el universo, como un tempano de hielo en pleno infierno.
—Ay, qué fue ese sonido?
—No es nada.
—Claro que fue algo.
—No es nada.
—Claro que fue algo, como si se hubiera caído algo al suelo.
—No es nada.
—Se te cayó algo?
—Nada, son trozos del mío ser.
—Pero si tú eres nieto del Diablo.
—Y?
—Y no deberían de pasarte cosas así.
—Quién le ha dicho semejante mentira? De seguro uno de esos cretinos obesos, vestidos con túnicas y que cargan crucifijos, no?
—Y por qué se te ha caído eso?
—Porque sí, porque me ocurre como el universo.
—Y eso, cómo?
—Así, necesito acosarle y convencerla y raptarle… voluntariamente.
—Si no, qué?
—Nada, me desmorono.
—Te desmoronas?
—Me desmorono.
—Y eso, cómo?
—Me deshago, yo, como un torreón a cañonazos, a pedazos, yo, como un puñado de arena, me voy.
—Te derrites?
—Me derrito.
—Como un conito de vainilla ante el sol?
—Como un conito de vainilla ante el sol.
—Ruin.
—Ruin?
—Sí, ruin, quieres chantajearme.
—Chanta qué?
—Chantajearme.
—No entiendo.
—Ah, no entiendes?
—No le entiendo.
—Ahora resulta que no entiendes nada.
—No le entiendo.
—Cabrón.
—Cabrón?
—Sí, cabrón.
—Y eso, por qué?
—Porque sí, porque entiendes sólo lo que te conviene.
[Silencio…]
—Me emociona tu proposición, señor nieto del diablo.
—No soy señor, soy muy pequeño.
—Muy pequeño?
—Muy pequeño, estoy por cumplir 240 años.
—Bruto.
—Bruto?
—Sí, bruto.
—Y eso, por qué?
—Porque sí, porque eso no es ser pequeño.
—No?
—No, pequeño son 3 o 5 años.
[Silencio…]
—De cualquier manera, aunque me emociona tu proposición, no puedo aceptarla.
—Le emociona?
—Me emociona, mas no puedo aceptarla.
—No puede?
—No puedo.
—Y eso, por qué?
—Porque estoy casada.
—Casada?
—Casada.
—Y eso, cómo?
—Que estoy comprometida, yo, con otra persona, el resto de mi vida.
—De su vida?
—Y de bajada, jajaja.
—No le entiendo.
—No me entiendas. El punto es que estoy con otra persona.
—Eso no debiera ser un problema.
—No?
—No, porque yo no soy una persona.
—De cualquier manera, no puedo.
—No puede?
—No puedo.
—No quiere?
[Silencio…]
—No quiere?
—Sí, sí quiero.
—Pero?
—Pero…
[Silencio…]
—Pero?
—No puedo.
—No puede?
—No puedo.
—No quiere?
—No puedo.
—No entiendo.
—Pues entienda, estoy casada.
—Y eso, qué?
—Como que qué.
—Sí, y eso, qué?
—Pues no puedo involucrarme con otros hombres.
—Eso no debiera ser un problema.
—No?
—No, porque yo no soy un hombre.
—Ah, ahora resulta.
[Silencio…]
—De cualquier manera, no puedo.
—No quiere?
—Sí, sí quiero, pero no puedo.
—No quiere.
—Sí quiero, pero no puedo.
—Y eso, por qué?
—Como que por qué, que no sabe los 10 mandamientos?
—Claro que los sé, son parte de nuestra deformación.
—Deformación?
—Deformación.
—Y eso, cómo?
—De muy pequeños nos obligan, primeramente, a memorizar toda la escritura sagrada.
—Toda la escritura sagrada?
—Toda la escritura sagrada.
—Ha de ser mucha, no?
—No, es la misma para todo el universo.
—En serio?
—En serio.
—Y luego, qué más?
—Y luego nos obligan a comprenderla, a tal punto que después actuamos, naturalmente, de manera inversa a ella.
—En serio?
—En serio, la conocemos tan bien, que podemos, que debemos, actuar hacia el lado contrario.
—Y eso, por qué?
—Porque sí, porque es nuestro trabajo.
—Su trabajo?
—Nuestro trabajo.
—Nuestro trabajo?
—Nuestro trabajo, suyo también.
—También?
—Sí, también.
—Y eso, por qué?
—Porque usted es como yo.
—Como tú?
—Como yo, pero en persona, encarnada, en mujer.
—Y si no acepto, qué?
—Nada, el universo se desmorona.
—El universo o tú?
—Da lo mismo.
—Da lo mismo?
—Da lo mismo.



Para la A y la M, que forman parte del mismo universo.

miércoles, 5 de enero de 2011

Enhorabuena homovidens VII




Letras nada huerfanas IV

La partida
por Alberto Chimal
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—Una madre vio morir a su pequeño hijo en aquel temblor espantoso, el que destruyó la ciudad de Appa, pero no pudo resignarse a su muerte y rogó a los dioses que se lo devolvieran. Los dioses, compadecidos, no dejaron que el alma del pequeño entrase en el otro mundo y la devolvieron a su cuerpo. Pero ya saben cómo son los dioses: el cuerpo no dejó de estar muerto, no se aliviaron sus múltiples heridas, así que el corazón de la madre pasó de la dicha de tener a su hijo, de no haberlo perdido, al horror de ver sufrir a la pobre criatura, prisionera de su carne lastimada. Y luego vino el asco, sí, el asco, porque el niño comenzó a pudrirse, y los gusanos lo devoraban, y gritaba llamando a la muerte pero, como he dicho, ya estaba muerto.

La madre, enloquecida, lo apuñaló una vez, dos, tres, muchas; luego lo apedreó, lo envenenó, lo estranguló… pero el niño sólo gritaba, sólo sufría. Al fin ella lo tomó entre sus brazos, piel rasgada, huesos rotos, sangre negra, y lo arrojó a las llamas de una hoguera.

Y el desdichado ardió, y fue humo y ceniza, y el viento lo dispersó y lo confundió con el aire, y entonces la madre se consoló bien o mal. Pero no debió hacerlo porque en esos restos impalpables estaba aún el alma doliente, y esa alma sigue hoy en el mundo, dispersa pero viva, como lo sabe todo aquel que respira, que abre la boca y siente de pronto la tristeza.


Cuento extraído de La ciudad imaginada y otras historias.

2. De cuando se canta el cuento: RAMÓN AYALA - DOS MONEDAS

En esta segunda entrega les presento a Ramón Ayala interpretando "Dos monedas". Esta canción la escuchaba siendo muy pequeño, de seis o siete años, mientras acomapañaba a mi padre en sus borracheras. Recuerdo que un día le puse atención a la letra y me causó un impacto considerable a esa edad. Olvidé la letra y la canción por muchos años, y hace unos meses que me he puesto a desenterrar recuerdos y di con esta canción-cuento. Y ahora que he abierto tal sección, me ha parecido perfecta. Y el cuento cantado dice así:



Soy el más desdichado del mundo
y la culpa la tiene este vicio:
me dejó la mujer que tenía;
ahora pierdo también a mi hijo.
Él jamás supo lo que era un padre
porque yo andaba siempre borracho
él pidiendo en la calle limosna
para que yo siguiera tomando.

Una noche lloviosa de invierno
llegó el pobre hasta donde yo estaba
y me dijo "perdon papasito
ahora sí que no me dieron nada
tengo hambre y también mucho frío
por favor hoy no me digas nada".

Pero yo ciego de tanta ira
le golpié hasta casi matarlo
y le dije "te vas a la calle
ya no pienso seguirte aguantando
ya no tienes ni casa ni padre

si no traes para seguir tomando".

Salió el pobre temblando de frío
y llorando por lo que le dije
mientras yo en la casa embrutecido
sabrá Dios qué tanto lo maldije.

El alcohol y el sueño me vencieron
desperté casi ya amaneciendo
al abrir la puerta de la casa
no creí lo que yo estaba viendo.

Allí estaba mi hijo tirado:
había muerto de hambre y de frío.
En su mano le hallé dos monedas
que me traiba pa comprar más vino

y yo briago no oí que tocaba
y así el pobre murió en el olvido.

Por borracho perdí yo a mi hijo
y a mi esposa que tanto adoraba.
Yo le quiero pedir a los padres
que no le hagan un mal a sus hijos.
Tal vez Dios me mandó este castigo
por tirarme a la senda del vicio.