jueves, 28 de abril de 2011

Enhorabuena homovidens X

Se dice que Utagawa Kuniyoshi (1797-1861) es uno de los precursores del manga (y de elevarlo hasta un plano artístico). También se dice que en Occidente es mucho menos conocido que Hokusai e Hiroshige (yo no sé por qué). Se dice que era un gran lector y que fue (¡es!) un gran ilustrador de leyendas e historias de fantasmas. Y hay una que en lo personal me ha enganchado: Mitsukuni defying the skeleton spectre invoked by princess Takiyasha.

Cuenta la leyenda de que la princesa Takiyasha era hija de un noble que murió en el año 940, eso mientras se llevaba a cabo una rebelión, que no dio frutos, contra su señor feudal. Con la muerte del padre Takiyasha se hace monja. Pasa el tiempo. Un día Takiyasha y su hermanastro se encuentran con el espíritu de una rana parlanchina y hechicera. Y ya todos sabemos cómo suelen ser esas ranas. Así que ésta decide ayudar al par de hermanitos con su magia y/o hechicería para llevar a cabo una venganza contra los enemigos de su padre. Los hermanitos vengadores se encierran en el palacio para comenzar a maquilar su mísitico-maquiavélico plan. Pero un guerrero llamado Mitsukuni se entera de todo el asunto y decide atacar el palacio. Mitsukuni vence tanto a los humanos como a los aliados sobrenaturales. Y a continuación se muestra una escena (¡magnífica!) en la que aparece la princesa Takiyasha con su manual de conjuros, invocando la ayuda de un majestuoso y chimuelo esqueleto que de inmediato aparece detrás de la cortina para atacar a Mitsukuni. Pero Mitsukuni en vez de salir corriendo de miedo ataca al hermanastro, venciéndolo y amenazándolo con dejarle pasar la espada entre la cabeza y los hombros. Y todo eso y más cabe en una imagen sabiéndolo acomodar:















NOTA: Favor de dar clic sobre la imagen para verla en mega-tamaño.

lunes, 25 de abril de 2011

Porque no sólo de letras vive el hombre X

Es bien sabidos por todos que no sólo de letras vive el hombre. Y este es un ejemplo ideal de ello, puesto que no sé ralmente si la canción pertenece a Waits, y menos sé qué dice o de dónde o para qué es, aún así la escucho y la toco en el escritorio y con las palmas y marco el ritmo con el cuello y... definitivamente no sólo de letras vive el hombre:






sábado, 23 de abril de 2011

(Ah, se te olvida que...)

En este mes de abril se cumple un año de haber iniciado este blog (¿Ya un año?). Un año. De hecho, ya van más de 365 días (Jo, ya casi se te pasaba el dato, ahí te encargo, eh). Gracias a esos que han pasado de buena gana por aquí (Y no olvides agradecer también a los que...) y a aquellos que de mala gana también terminaron pasando (Y a los que forzaste a pasar, ¿qué?). Menos mal que a nadie he forzado a pasar por aquí. O han pasado por gusto propio (Mientras les picabas en las espaldas con un cuchillo) o por pura curiosidad (Por clickear el link que les dejaste más de 100 veces al día) o por pura casualidad (Ah, ¿ahora resulta que hasta crees en el Destino?). Por ahora sólo queda seguir recibiendo más letras (No olvides las imágenes y las canciones) en este humilde orfelinato. Ya sea por otro año o por otro mes o semana o día u hora o minuto o segundo (O hasta el día del Juicio).

Letras nada huerfanas VII

Tomado de un libro pequeñito y rojo y amanuense llamado Fuegos de feria, de Javier Ledesma.


Ventrílocuo

—¿Se puede saber quién eres tú?
—Se puede saber, eso creo.
—Dímelo entonces, ¿quién eres?
—Dije que se puede saber, pero eso no quiere decir que lo sepa.
—¿Cómo así?
—Yo esperaba
que tú me lo dijeras.
—Si lo supiera no te lo habría preguntado.
—Pues mira: nunca se sabe…
—¿Por qué dices eso?
—Quien formula una pregunta ya intuye la respuesta.
—Intuir no es lo mismo que saber.
—A veces puede serlo… ¿quién eres tú?
—Soy quien hace las preguntas.
—Te equivocas: yo pregunté.
—Es que yo te hice preguntar.
—Bueno, si así lo crees, ¿quién soy yo para desmentirte?
—Buena pregunta: ¿quién eres tú?
—¿Volvemos al principio?
—No, eso no se puede.
—Pues así parece.
—Vuelve sólo quien olvida.
—Yo recuerdo: han pasado algunas líneas.
—Eso es. Entonces dime: ¿qué haces ahí?
—Hablo. Eso deberías saberlo.
—Quizá, pero soy uno que se confunde.
—¿Cómo así?
—Me confundo contigo; es más: eres tú quien me confunde.
—¿Se puede saber quién eres tú?
—Se puede. Eso creo.
—Basta. ¿Cómo llegamos a esto?
—Yo esperaba que tú me lo dijeras.
—No puedo. Yo pregunto: ¿dónde es aquí?
—Aquí es ahora.
—¿Cuándo es ahora?
—Eso ya lo intuyes.
—Es cierto. ¿Y qué lugar es éste?
—Creo que es un circo.
—¿Y cómo lo sabes?
—No lo sé, dije que lo creo.
—Llega a ser lo mismo… ¿por qué lo crees?
—Me lo recuerda la forma.
—¿La forma circular?
—Eso. Creo.
—¿Pero no se supone que en un circo hay personas?
—Y fieras y fenómenos y artistas y monigotes.
—¿Y dónde están?
—Casi todos se han ido.
—¿Cómo así?
—Parece que no les gustó nuestro acto.
—Bueno, al menos quedamos tú y yo.
—Aunque no sepamos quienes somos…
—Tú me pareces un monigote.
—Y tú un personaje.
—Eso basta para un diálogo.
—Cállate.
—¿Por qué?
—Es que no estamos solos, hay alguien más…
—No me lo digas. ¿Se puede saber quién es?
—Se puede, eso creo.
—Entonces dímelo ¿quién es?
—Si lo digo, todo este tinglado se desploma.
—Que se desplome pues, no hay mucho que perder.
—No mucho, ciertamente.
—Sólo nosotros. ¿Quién es él?
—Te lo diría, pero olvidé su nombre.
—Pregúntale entonces (…)
—Se ha sonrojado.
—Muy bien, pero ¿qué dijo?
—Algo extraño, me confunde, creo.
—¿Cómo así?
—Dice que soy yo.
—Pregúntale de nuevo (…)
—Se ha sonrojado de nuevo.
—¿Cómo así?
—Le pregunté otra cosa.
—¿Y qué te dijo?
—Dice que le dicen…
—¿Qué, cómo le dicen?
—Me apena decirlo.
—El espectautor.
—¿Cómo así?

Telón de seguridad. Aplausos cataclísmicos.


De cuando se canta el cuento V

Canción-cuento: "Maldición".
Autor-cuentista: Nacho Vegas.
Disco-libro: Cajas de música difíciles de parar.
Año: 2003.


Ezequiel, fue un gran error tan sólo regresar.
Era pronto y a la gente le cuesta olvidar.
Ezequiel respira hondo al descender del tren.
Es extraño, nadie está esperando en el andén.
Una breve intuición, algo huele a maldición.
Pero se dirige a la casa en la que se crió.


Y habla con su madre: "Soy yo, madre, ¿no lo ves?"
Ella dice: "Olvida que algún día te engendré."
Y habla con su padre: "Padre, ¿qué ocurre aquí?"
Padre no contesta, se limita a maldecir.
Ezequiel se acerca al bar, alguien le sabrá explicar.
Pero todos callan, todo el mundo calla al verlo entrar.

Dicen que hizo algo y nunca nadie lo olvidó,
pero él no consigue recordarlo
y su vida entera se redujo a maldición
con los años y los años.
Ezequiel, mejor te vas de noche y sin molestar.
Ezequiel, mejor te vas de noche y sin molestar.

Ezequiel se oculta junto a las vías del tren.
Necesita una respuesta para no enloquecer.
¿Qué ocurrió un verano negro en su ciudad natal,
que la gente ni siquiera se atreve a mencionar?
Al alba se va a lavar a un estanque del lugar,
y es en su reflejo donde encuentra toda la verdad.

Ezequiel contempla el agua con un rictus de horror.
En su rostro encuentra el rostro de la maldición.
Llega al fondo de sus ojos, donde ya no hay luz.
Puede ver su alma y continúa más al fondo aún.
Toma conciencia del mal y su grito suena igual
que el de un hombre roto que descubre dentro al animal.

Dicen que hizo algo, algo que nadie olvidó,
pero él no consigue recordarlo
y su vida entera se redujo a maldición
con los años y los años.
Ezequiel, mejor te vas de noche y sin molestar.
Ezequiel, mejor te vas de noche y sin molestar.

Ezequiel comienza a huir, nadie lo va a extrañar.
Huye en dirección al norte, le guía el olor a sal.
El Cantábrico se muestra en todo su esplendor.
Se desnuda y lentamente avanza en dirección al sol.
Y decide descansar bajo el manto gris del mar.
Las olas le mecen y duerme eternamente como un viejo zar.

Dicen que hizo algo y nunca nadie lo olvidó,
pero él no lograba recordarlo
y su vida entera se redujo a maldición.
Y ahora espera el Juicio
por los siglos de los siglos.
Ezequiel, descansa en paz en el fondo del mar.
Ezequiel, descansa en paz en el fondo del mar.