domingo, 23 de octubre de 2011

Réquiem para un payaso

Un palabricolaje(1) tragicómico en treinta y un partes



I
Ay caray, caray, caray…
Yo creo que nadie en el mundo comprende a un payaso, ni siquiera otro payaso[.] A Mari le faltó poco para comprenderme, pero nunca me comprendió del todo[.]

II
Cuando su padre volvió a casa, no dormíamos aún; casi eran las once, y le oímos entrar en la tienda, para buscar cigarrillos, antes de subir las escaleras. Ambos pensamos que debería notar algo: tan tremendo era lo que había pasado. Pero no notó nada, escuchó en la puerta durante un momento nada más y se fue arriba. Oímos cómo se quitaba los zapatos, los tiraba al suelo, más tarde le oímos toser dormido[.]

III
Gran parte de la educación católica consistía únicamente en[:] “que jueguen al fútbol, que así no pensarán en las chicas”. Pero a mí me gustaba pensar en chicas, y más tarde sólo en Mari[.]
También pensaba en las incontables muchachas bonitas cuyo destino era hacerlo, sin tener ganas, o bien por dinero […] o gratis con su marido[.]
IV
A veces me parecía que yo era un monstruo, pero la verdad es que sólo soy un payaso, que te sigue por ahí, con el alma hecha pedazos.


V
Hace ya tiempo que desistí de hablar con alguien acerca de dinero o de arte[.] En el momento en que los dos entramos en discusión, nunca nos ponemos de acuerdo[.] El arte está invariablemente mal pagado o lo está excesivamente.
En un circo ambulante inglés conocí una vez un payaso que en lo profesional valía veinte veces lo que yo y era diez veces más artista que yo, y que sin embargo no llegaba a ganar cien pesos al día: se llamaba James Ellis, rozaba ya la cincuentena, y cuando le invité a cenar —hubo huevos con jamón, un poco de ensalada y una rebanada de pastel—, la comida le sentó mal: hacía diez años que no comía tanto de una vez. Desde que conocí a James jamás he vuelto a discutir de dinero ni de arte[.]

VI
Cuando le propuse volver a jugar a la oca conmigo, mientras tomábamos no recuerdo qué, tendidos encima de la cama, se enfadó aún más.

VII
Lo más penoso me parece que son las películas artísticas. Los films artísticos los realizan, las más de las veces, personas que por un cuadro no le hubieran dado a Van Gogh ni siquiera un paquete de tabaco entero, sino medio nada más, y[,] un artista vivo, que no tiene cigarrillos, que no puede comprar zapatos para su mujer, carece de interés para los productores cinematográficos, porque tres generaciones de charlatanes no les han confirmado aún que es un genio. Una sola generación de charlatanes no les bastaría.

VIII
Y cuando me aparté de la ventana, se me acercó, me cogió por los hombros y me besó los ojos. “Eres un cariño”, dijo “un cariño y tan fatigado”, pero cuando quise abrazarla, dijo en voz baja: “Por favor, no, te lo ruego”, y cometí la equivocación de soltarla. Me arrojé vestido sobre la cama, me dormí en seguida, y cuando me desperté al día siguiente no me sorprendió que Mari se hubiese marchado. Sobre la mesa encontré una nota: “Debo seguir el camino que debo seguir.” Casi tenía veinticinco años, y bien podía ocurrírsele algo mejor. No se lo cargué en cuenta, pero[…]

IX
Según mi modesta experiencia, los católicos no tienen el más mínimo sentido de los detalles.

X
Fue horrible que me la sedujeran con principios de orden, declaraciones escritas y días enteros de conversaciones secretas en[…]
Me sentí a punto de echar a llorar, pero el maquillaje me lo impedía[.] Ya lloraría luego, un día de fiesta, si estaba de humor.

XI
Cuando pienso que hay payasos que durante treinta años interpretan el mismo número, noto un desasosiego en mi corazón, como si me condenaran a tragarme a cucharadas todo un saco de harina. Tiene que divertirme lo que hago, o me pongo enfermo.

XII
Nada de ella, ni siquiera un botón de blusa[.] Abrí de golpe la puerta del armario ropero: nada de Mari en el armario, nada, ni siquiera una horma para zapatos o un cinturón, como a menudo olvidan las mujeres. Ni siquiera un hálito de su perfume. Mejor que se hubiese llevado también mi ropa, para regalarla o quemarla[.]

XIII
Este modo de despacharlo todo comercialmente acrecienta mi melancolía.

XIV
Bañarse es casi tan bueno como dormir, y dormir es casi tan bueno como hacer "la cosa". Mari la llamó así, y pienso en la cosa siempre en sus términos. No podía concebir que ella hiciese "la cosa" con él, mi fantasía no tiene compartimentos para tales ideas, del mismo modo que nunca estuve seriamente tentado de revolver en la ropa interior de ella. Sólo llegaba a imaginarme que ella jugaría a la oca con él, y me enfurecía. Nada de lo que yo había hecho con ella lo podía ella hacer con él sin parecerme traidora o prostituta. Ni siquiera le podía extender mantequilla sobre el pan. Si imagino que ella toma del cenicero el cigarro de él y lo termina de fumar, casi me vuelvo loco, y no supone ningún alivio saber que él no fuma y que es probable que juegue al ajedrez[.]

XV
A los estetas lo mejor es romperles en la cabeza un valioso objeto de arte, con lo cual sufren, aún al morir, por el crimen artístico. Una madona no sería lo bastante valiosa y es demasiado sólida, y moriría con el consuelo de que la madona se había salvado; y una pintura no es lo bastante pesada, si se exceptúa el marco, y le quedaría también el consuelo de que el cuadro se conservaba. Podría yo raspar la pintura de un cuadro valioso y estrangularle o asfixiarle a él con la tela: ningún crimen perfecto, pero un perfecto crimen estético.




XVI
El hijo se negaba a decirme que se había equivocado, que su padre no estaba en casa. De repente se hizo un silencio absoluto, como cuando alguien se desangra. Eso era: una hemorragia de silencio. Oí ruido de pasos que se arrastraban, oí cómo alguien tomaba el auricular de la mesa y sospeché que colgarían […]

XVII
Para mí apenas hay nada más desagradable que cuando una mujer mira a su marido con amargura, porque es señal de que está embarazada.

XVIII
Curiosamente, él soltó una risita y dijo: “Frater tuus est in refectorio: están comiendo”, dijo algo más alto, “los señores están comiendo, y durante la comida no se les puede molestar”. “Es muy urgente”, dije. “¿Caso de defunción?”, preguntó. “No”, dije, “pero casi”. “¿Grave accidente?” “No”, dije, “un contratiempo interno”. “Ah”, dijo y su voz sonó algo más suave, “¿hemorragia interna?”. “No”, dije, “el alma. Asunto puramente del alma”[.] Calló de un modo glacial.

XIX
Tarareé una letra que acababa de ocurrírseme:

Dice el Papa Juan:
“No votes
por la democristiandad.
Mira que la caridad
consiste en no hacer más pobres.”


Servía para un comienzo, y el Comité contra la Blasfemia no podía objetar nada. Añadiría muchas estrofas, y lo cantaría con ritmo de balada.

XX
“No tengo la menor idea de hasta dónde hemos llegado”, dije yo. Él se rio con estrépito: vital, católico, franco, con “barroca alegría”. “Mi simpatía por usted”, dijo, “es invariablemente la misma.” Esto me resultaba difícil de creer. Probablemente para él yo había caído tan bajo, que ya no valía la pena empujarme todavía. “Atraviesa usted una crisis”, dijo, “eso es todo, usted es joven aún, recóbrese y verá como todo se arregla”.

XXI
Se rumorea en la ciudad, en la ciudad de los rumores[,] que yo soy un payaso, que voy buscando valor en el fondo de los vasos, que estoy muriendo por ti y tú no me haces caso, dicen que no tengo el valor para pegarme un balazo. Y es verdad, soy un payaso, pero qué le voy a hacer. Uno no es lo que quiere, si no lo que puede ser.

XXII
“¿Y por qué ninguno de ustedes, católicos asquerosos, me dice dónde está ella?”, dije, “ustedes me la esconden”. “No sea usted ridículo”, dijo.

XXIII
Es cuestión de gustos, Mari, pero [¿]no es mejor confiar en un payaso ateo, que te despierta temprano para que llegues puntualmente a misa, y que, cuando es necesario, nunca te escatima un taxi para ir a la iglesia[?]

XXIV
“Es una lástima”, dijo, “que a usted le falte tan evidentemente el órgano para lo metafísico”. “Con Mari”, dije, “todo iba bien mientras ella se preocupaba por mi alma, pero ustedes le han inculcado el preocuparse por su propia alma, y ahora ocurre que yo, a quien le falta el órgano para lo metafísico, me preocupo por el alma de Mari. Si se casa con […]

XXV
El pensar en las manos de Mari —sólo el pensar que ella podría poner sus manos sobre los hombros de […]— exasperaba mi melancolía hasta la desesperación.
Una mujer puede expresar o fingir tanto con sus manos, que a mí las manos de un hombre me parecen tacos de madera encolados. Las manos de hombres sirven para dar apretones de mano, para castigar, naturalmente para disparar, para trabajar […] Las manos de las mujeres casi dejan de ser manos: tanto si extienden mantequilla sobre el pan o separan los cabellos de la frente[.]

XXVI
Después del segundo aborto, estaba deprimida, nerviosa, iba sin cesar a la iglesia, y se disgustaba si en mis tardes libres no la llevaba a […]

XXVII
Ningún teólogo ha tenido nunca la idea de predicar sobre las manos de las mujeres en el Evangelio: Verónica, Magdalena, María, Marta; nada más que manos de mujeres en el Evangelio, que prodigaron caricias a Cristo. En lugar de esto, predican sobre leyes, normas disciplinarias, arte, estado.
XXVIII
Alto ahí: tengo una sorpresa (saco de mi sombrero una flor en llamas). ¡Alegría señores, alegría! ¡Aquí les traigo su redención! Cantaré mi última canción (fanfarrias): “Oh bellísimo esperpento, triste artífice irredento, truculento redentor, me llaman, tararán tan tán. Oh feriante de los pueblos, contador de cuentos necios, soy (todos bailan una tarantela al ritmo de mi ululante armonio de letras). Yo sé alzar la patita y orinar como un perro mi feliz desilusión, disolución, desolación, de sol a sol. Yo sé bien montar monociclo y palabras malabarear… Y yo puedo, y yo puedo, sobre todo, puedo caer: yo puedo caer sobre todo…” (Caigo aparatosamente, para beneplácito generalizado de la audiencia.)

XXIX
No comprendió lo que quise decir y odio el dar explicaciones. Se me comprende o no. No soy un exégeta.

XXX
“Déjese de tonterías. ¿Qué mosca le ha picado?”, dijo. “Los católicos me ponen nervioso”, dije, “porque juegan sucio”. “¿Y los protestantes?”, preguntó riendo. “Me irritan con su manoseo de las conciencias”. “¿Y los ateos?”, seguía riéndose. “Me aburren porque siempre hablan de Dios”. “¿Y qué es usted, pues?” “Soy un payaso”, dije, “soy un triste payaso, que oculta su fracaso con risas y alegría que me llenan de espanto”.

XXXI
Pero ninguno de los dos colgó. Oía cómo respiraba ella, no sé cuánto tiempo, pero la oí, luego colgó. Mantuve en mi mano largo tiempo el auricular, para oírla respirar.



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(1)“En los estudios de Cultura, el bricolaje indica el proceso por el cual la gente adquiere objetos de varias divisiones sociales para crear nuevas identidades culturales”. He aquí un palabricolaje(2).



(2)Y este Palabricolaje ha sido patrocinado por:
Frase célebre de Vita Uva + Fragmentos desorganizados de Opiniones de un payaso (1963) de Heinrich Böll + “Payaso”, tema de Rafael Pérez Botija, interpretado por José José + “Monociclólogo”, de Fuegos de feria de Javier Ledesma + Javier Solís, “Payaso”.


Ilustración realizada por Rocio Matias: http://lienzosyhojasblancas.blogspot.com/

2 comentarios:

  1. Licuando palabras así, me conquistaste hahahaha. Me ha encantado muchísimo. Excelente trabajo, Lacolz.

    :D

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  2. Jalando una mesa, mirando el suelo, cargando un libro, asesinando a tus gatos, explicándome con palitos y manzanas cosas de arquitectura o teoría o arte, cocinándome, tolerándome, dejándome morder, lamiendo, escuchando, pintando, compartiendo, maullando/bostezando, ...

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