Las pompas de jabón que este niño
se entretiene en soltar de una pajita
son translúcidamente toda una filosofía.
Claras, inútiles y pasajeras como la Naturaleza,
amigas de los ojos como las cosas,
son lo que son
con una precisión redondita y aérea,
y nadie, ni siquiera el niño que las suelta,
pretende que sean más que lo que parecen ser.
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Soy un evadido.
Desde que nací,
En mí me encerraron,
Ah, pero yo huí.

Cuanto yo amé, si es que lo amé, lo ignoro,
Y es cual la infancia de otro. Ya no sé
Si lo lloro, si creo que lo lloro,
Si lloro por creer que lloraré.
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Es por mí que, de niña, soñaste aquellos sueños
que son juguetes.
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El niño que antes fui llora en la estrada
Porque allí quien fui luego le dejó;
Pero hoy, al ver que lo que soy no es nada,
Quiero buscarlo donde se quedó.
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Se sintió jugar
y exclamó: ¡Soy dos!
Hay uno que juega
y otro que lo sabe;
uno me ve jugar
y el otro me ve mirarlo…
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El niño
eterno me
acompaña siempre.