martes, 24 de enero de 2012

Letras nada huerfanas XVI

Juan Carlos Bautista
La felicidad y otras devastaciones



La Felicidad se lava obsesivamente las manos como Lady Macbeth.





El hombre feliz es un angustiado, un supersticioso que sigue los signos más pequeños, el guardián de su oro, culpígeno, avaro. Un hombrecito tenso, ansioso, muy cansado, con los nervios en punta y al borde del desfallecimiento. El hombre feliz es un pobre diablo.





El hombre feliz es alguien que no pudo cumplir su sueño. Que se quedó a las puertas de su sueño.





¿La imagen del hombre feliz? La fiera domesticada.





¿La risa del hombre feliz? La que explota espontánea, casi idiota, y se disuelve encebollada, errática, sin convicción.





¿La mirada del hombre feliz? El que mira de frente, alegremente vacío.





El cuerpo del hombre feliz estuvo en el paraíso. Qué pena, de verdad, qué pena.





Yo soy el hombre feliz.





Cuida por tu bien que el amor eterno te dure poco.





Pues el enamorado es un agónico que cree en la resurrección y muere lleno de fe.





Encontrar un amor es un regalo de Dios / Retener ese amor es un regalo del diablo.





Tengo una amiga que amó intensamente a su marido. Pero en las tardes, bajaba al metro para dejarse acariciar por desconocidos. Ella era dichosa, pero su cuerpo, una perra, obedecía a un amo distinto.





Se dice amor eterno cuando tememos que se nos muera a cada paso.





Otra amiga me dice que también amó a su marido, pero que su amor desesperado, su amor fou, ocurrió también en el metro. Esperaba distraída, cuando se detuvo el tren que iba en dirección opuesta. Un hombre volteó a mirarla y ella supo en un instante que ése era el-hombre-de-su-vida. Los dos apenas parpadearon. Fue cosa de un segundo: el tren cerró las puertas, y ellos se perdieron para siempre.




El amor y la lucha libre se parecen en que son representaciones teatrales con un poco de sangre y uno que otro lesionado.





El amor y el odio son siameses unidos por un órgano vital. No puede extirparse el bicho malo sin que el otro muera un poco también.





El que besa es un caníbal en estado de gracia.





El que besa ha encontrado la puerta del alma, pero se demora a las puertas del cuerpo.





Seríamos más humildes si en vez de preguntarnos la hora nos preguntaran cuál es nuestra hora.





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Juan Carlos Bautista nació en Chiapas en 1964. Tomado de Anuario de poesía mexicana 2007 de Julián Herbert, Fondo de Cultura Económica 2008.

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